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Generación del 98. Características. Principales autores y obras.
La crisis de fin de siglo
Durante las últimas décadas del siglo XIX, los avances científicos y técnicos, y los cambios y transformaciones sociales y políticas que acarrearon, acabaron por provocar
una
crisis social debido al cuestionamiento de los principios y valores establecidos
y también al malestar
que muchos
de
esos cambios
acarrearon.
En España, el acontecimiento histórico más señalado es la pérdida de las colonias en 1898, tras una breve guerra con los EE. UU. Será el símbolo de la decadencia y el atraso del país, inmerso en continuas
crisis y convulsiones políticas. La radicalización de las tradicionales posturas
conservadora y progresista
termina por desembocar
en
la Guerra Civil.
Del Modernismo a
la Generación del 98
La revolución
estética y literaria que supuso el Modernismo procedente de América, caracterizada por su
espíritu innovador e iconoclasta y su búsqueda de la belleza y el refinamiento formal en mundos alejados de la vulgaridad contemporánea, pronto
adquirió
en
España una
conciencia
crítica frente
a
las circunstancias políticas, sociales
y culturales del momento.
La
influencia de las corrientes irracionalistas del
pensamiento europeo (Freud, Nietzsche,
Schopenhauer…), del
regeneracionismo (que criticaba
el parlamentarismo burgués como base del caciquismo, la corrupción y el inmovilismo antimodernizador) y sobre todo el desastre del
98,
sacude las conciencias de los autores que serán conocidos como Generación del 98, que antepondrán las ideas sociales
a las puramente estéticas. Ellos se sienten enraizados en las
tierras y la historia de España y comprometidos con la renovación social, en el afán de derribar los falsos valores tradicionales y de encontrar
otros que sirvan para modernizar
el país.
Concepto, componentes y circunstancias generacionales
El concepto de Generación del 98 es muy controvertido. Fue propuesto por Azorín en unos artículos de
1913 para referirse a un grupo de escritores españoles (José Martínez Ruíz
Azorín, Pío Baroja, Ramiro de
Maeztu, Ramón Valle-Inclán, Miguel de Unamuno y Antonio Machado) con un común espíritu de protesta
y un profundo amor al arte.
Sin
embargo, es discutible que estos
escritores cumplan todos los requisitos para
ser considerados generación. Es verdad que sí
cumplen algunos
requisitos
como el nacimiento en
fechas cercanas, la participación en actos colectivos (protesta contra el premio Nobel para Echegaray, homenaje
a Larra), un acontecimiento generacional que los una como fue la pérdida de
las colonias; pero no tanto
otros
como una formación intelectual semejante (son autodidactas, aunque todos conocen y aprecian los clásicos
españoles y las teorías filosóficas alemanas contemporáneas) o un lenguaje generacional común (cada uno
sigue un estilo personal).En cualquier caso, esta
Generación del 98 o Grupo del 98 sí comparte algunas características importantes: tienen
una ideología progresista, al menos, en la juventud; se preocupan por los problemas de España; se proponen renovar
el lenguaje literario frente al
prosaísmo de la literatura realista; y, por último, tienen una
visión subjetiva de la
realidad.
Ideología y temas del 98
El tema de España
ocupa buena
parte de
la obra noventayochista.
En una actitud aparentemente
contradictoria, se mezcla la visión crítica del atraso, la decadencia y la falta de ideales con el amor a las
gentes humildes enraizadas en los pueblos. La
visión crítica predomina en los primeros tiempos, cuando se ataca el carácter grosero y ramplón de las costumbres desde una perspectiva regeneracionista y europeísta. Pero pronto derivarán hacia la
visión de una España eterna, en cuyo paisaje empobrecido y gentes humildes se puede reconocer lo castizo, una España imaginada que revive los ideales permanentes de nobleza,
dignidad y austeridad que provienen de la Edad Media y que impregnan las obras del Siglo de Oro o la pintura del Greco. Esta actitud se resume bien en la
expresión de Antonio Machado Castilla miserable, ayer dominadora, con cuyas tierras yermas y gentes austeras
se identifican los autores del 98.
El afán de conocer y exaltar lo castellano y español llevará a
los autores del 98 a recorrer los
pueblos y aldeas de Castilla y de España. Fruto de esas experiencias es el gusto por la
descripción paisajística de carácter subjetivo, en la que la crítica del atraso y la pobreza deja paso a una visión sentimental de las
tierras y las gentes, en la que interesa más la emoción
del
observador que el dato objetivo.
Se alternan
la descripción impresionista de los elementos del paisaje con la reflexión ensayística
sobre el alma y la esencia
de
lo español, la observación directa de la realidad y la recreación de ambientes y personajes tomados de la literatura clásica.
Igualmente contradictoria es la actitud ante la
modernidad y el progreso. En un principio se critica el
atraso y la pobreza de España. La modernización será
el
resultado de la europeización, con la asimilación de
nuevas formas de civilización y progreso. Pero estos afanes muy pronto se moderan y se combinan con la exaltación de la tradición
española. Se instaurará una visión
espiritualista que valora más el mundo de las
creencias que el progreso
material, porque éste deshumaniza a la España castiza de siempre que arraiga en los pueblos. Unamuno ironiza ante esta actitud con
su famosa frase: Que inventen ellos… nosotros a lo nuestro.
La mirada de los autores del 98 se dirige, más que hacia fuera, hacia dentro: en
los
paisajes del alma
se reflejan un desasosiego y una angustia vital, que encuentran su mejor escenario en las viejas ciudades y en
los
paisajes yermos de Castilla. Su literatura es un examen de conciencia, del que brotan la inquietud, la
melancolía, el hastío
o el
pesimismo. Esta actitud
de
raíz romántica lleva a la reflexión
intelectual sobre los
grandes problemas del ser humano: el paso del tiempo, el sentido de la vida, el misterio de la muerte; o
bien a plantearse el valor de las creencias
religiosas desde
el agnosticismo o el sentimiento trágico de la fe.
El lenguaje literario
Los autores del 98 poseen una acusada personalidad que se traduce en un estilo literario personal.
Y esa
variedad
se enriquece si tenemos en cuenta que muchos de ellos experimentaron una transformación
estilística progresiva.
En sus inicios todos coinciden en dos aspectos: oposición
al estilo anterior,
representado
por
el
prosaísmo realista y por el teatro grandilocuente al estilo de Echegaray; y expresión
muy cuidad, que no es adorno formal, sino selección y cuidado de los elementos
lingüísticos. Es un estilo en el
que
domina la visión
sentimental de paisajes y gentes en un tono lírico, con
recursos como la adjetivación subjetiva, las enumeraciones impresionistas, etc. siempre con predominio de la descripción
como reflejo del estado de
ánimo del autor.
Se trata de un estilo antirretórico, caracterizado por la sobriedad y la huida de los excesos, aunque con numerosos matices. No obstante, es un lenguaje muy cuidado, fruto de la selección y la contención en el uso
de recursos
retóricos;
y rico, pues incorpora vocablos arcaicos de
los
clásicos españoles y
de los
pueblos, así como dialectalismos
y localismos.
La búsqueda de la verdad de Unamuno
Miguel de Unamuno y Jugo nació en Bilbao en 1864. Estudió Letras en Madrid, y tras un viaje por Europa
consiguió la cátedra de griego en la Universidad de Salamanca, de la
que
sería nombrado rector en 1901.
A partir de entonces se convirtió en una figura pública de creciente importancia,
y en
el líder intelectual de la oposición. Durante la dictadura de Primo de Ribera se exilió a Francia, y a su regreso se unió a quienes pedían la abdicación del rey. Ocupó algunos cargos en la República, pero pronto volvió a su trabajo en Salamanca, donde murió en 1936, poco después de empezar la guerra.
Toda su obra gira en torno a la búsqueda de la verdad interior del ser humano. Para ello, utilizó diversos
caminos literarios, entre los que también está la poesía (El Cristo de Velázquez, Cancionero) y el teatro
(Fedra, El otro).
En sus ensayos en donde mejor se aprecian sus preocupaciones filosóficas. En torno al casticismo (1895) es una reflexión sobre el carácter nacional. Según Unamuno, un pueblo debe conocer su historia para conocer su personalidad. Pero no la historia de los libros, sino lo que él denominó la “intrahistoria”, la
historia de la vida cotidiana de las gentes anónimas, algo que está siempre cambiando para no cambiar nunca en el fondo, y que tiene mucha relación con la tierra y el paisaje que rodea a ese pueblo. Tras una crisis
religiosa, que le sacó de su agnosticismo y le hizo un creyente atormentado por la imposibilidad de reconciliar la razón y la religión; escribirá Vida de don Quijote y Sancho (1905), ensayo en el que presenta a don Quijote como símbolo del espíritu castellano y exalta su figura por desafiar a
la razón; y Del sentimiento trágico
de la vida (1912), donde reflexiona
sobre la muerte y la
inmortalidad.
Pero quizá lo mejor de su obra sean las novelas, en las que intentó relatar los dramas íntimos de sus
personajes, a los que atormentaba el ansia de inmortalidad y el deseo de conocerse a sí mismos. En Amor
y pedagogía (1902) comienza a ensayar su técnica novelesca: la “nivola”, que se caracteriza por la
eliminación del argumento y de las descripciones y la importancia de los diálogos. En Niebla (1914), plantea un juego
literario que establece una analogía entre la relación del autor y sus personajes
con la de Dios y sus criaturas. En La tía
Tula (1920) el ansia de maternidad de la protagonista simboliza igualmente el de
inmortalidad, a través de los descendientes. San
Manuel Bueno, mártir (1930) es la historia de un cura rural
que
ha perdido la
fe,
pero continúa ejerciendo su ministerio.
La sensibilidad de Antonio Machado
Nació en Sevilla en 1875, pero a los 8 años se trasladó a Madrid. Estudió en la Institución
Libre de Enseñanza. Viajó como diplomático a París en 1900, donde conoció a Rubén Darío. A su regreso ejercerá como profesor de francés en Soria, donde conocerá
a Leonor, una joven
con
la que se casó en
1909 y que
murió tres años después. Firme defensor de la República, se vio obligado a exiliarse a Francia al término de la guerra, donde muere en febrero de 1939.
Su trayectoria poética
se inicia en
la estética modernista con Soledades (1903), obra que reelaborará (añade más poemas y suprime los elementos más externos del modernismo) en 1907 bajo el título de
Soledades, Galerías y otros poemas.
Machado proclama una poesía
llena de emociones y sentimientos, donde predomina la experiencia sobre la
imaginación. Aunque es un libro primerizo, se presenta como un hombre ya maduro que evoca el sentimiento de la juventud perdida sin amor. También trata los temas del
tiempo, la soledad, la muerte y Dios. El carácter modernista de esta obra estriba en el ritmo, la rima y la herencia simbolista: el
sueño, la
tarde, la fuente… Machado intenta
sugerir a través de la simbología del paisaje
las más profundas
e intensas sensaciones.
Con Campos de Castilla (1912 y 1917) abandona la línea intimista y se adentra en la geografía castellana y andaluza. Es una recopilación de diversas poesías, de ahí su heterogeneidad de materiales
y temas. Uno
de
los más importantes es
el paisaje soriano, que le despierta sensaciones diversas. Machado considera el
paisaje, como Unamuno y Azorín, como un vehículo para descubrir el alma de España. Sus afirmaciones sobre el paisaje soriano, se hacen extensibles a toda España. Distingue entre la “España del pasado”,
épica y gloriosa, y la “España del presente”, miserable y desencantada. Otro núcleo temático del libro es el paisaje de Baeza. Desde allí, Machado recuerda con nostalgia el paisaje
de Soria y su relación con Leonor, todo ello sublimado en la distancia. Por
otro lado, en Andalucía
entra en contacto con la España de los latifundios, los
señoritos y los jornaleros; lo que le lleva a la crítica social dirigida contra el inmovilismo y la ignorancia. En
cuanto a los
“Proverbios y Cantares”, son breves meditacione4s a cerca de los
enigmas del hombre y el
mundo
que combinan lo filosófico
con
la
sabiduría popular. Por último, los “Elogios”
son 14 poemas
dedicados a
distintos literatos
y pensadores. Giner de los
Ríos, Unamuno, Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, José María Palacio
Machado expuso sus preocupaciones filosóficas y estéticas en otras obras posteriores, como Nuevas
canciones (1924) o Juan de Mairena (1936). Habla de
temas como el ser y la realidad, la crítica poética y las relaciones entre poesía y filosofía, etc. a través de dos personajes creados por él: Abel Martín y Juan de Mairena. También cabe mencionar su teatro popular (Desdichas de la fortuna, La Lola se va a los puertos, El
hombre que murió en la guerra…), escrito en colaboración con su hermano Manuel, y que gozó de gran
éxito.
El inconformismo de
Valle-Inclán
Ramón José Simón Valle Peña nació en Vilanova de Arousa (Pontevedra)
en 1866, en el seno de una familia distinguida venida a menos. Estudió derecho y tras residir sin fortuna en Madrid, se marchó a México, donde adquirió el aspecto que a su
vuelta, y junto con su rebeldía, le hizo famoso en
el ambiente
bohemio de Madrid. Fue un progresista convencido y apoyó el carlismo hasta la I Guerra Mundial. Más tarde se opondría al
régimen de Primo de Rivera y por último fue partidario de la República. Murió en su
Galicia natal en 1936.
Novelista, dramaturgo, ensayista y poeta, fue una de
las figuras más destacadas y controvertidas de su época. Formado en la escuela de Darío y del simbolismo francés, es uno de los
mejores representantes del modernismo y
también uno de los precursores del teatro contemporáneo europeo. Se preocupó tanto de la musicalidad de la lengua poética como de la regeneración nacional, pues fue un espíritu crítico con la sociedad
de
su tiempo, rasgo que comparte con sus contemporáneos del 98. El principal elemento de cohesión de la obra de Valle-Inclán es su empleo del lenguaje. Utiliza multitud
de recursos lingüísticos y los
mezcla en una lengua literaria muy personal que combina
metáforas, jergas, neologismos, dialectalismos… entre otros
recursos.
En cuanto a su producción
novelística, llega al éxito con las Sonatas, publicadas entre 1902 y 1905. Son cuatro novelas, cada una de ellas referida a una estación, un paisaje y una edad de la vida. El protagonista, el marqués de Bradomín (“feo, católico y sentimental”) narra desde la vejez su vida amorosa y una tardía
aventura política, con una visión artística y poética de la existencia, y en una prosa musical y refinada. Cinco
años más tarde publica la
trilogía
La guerra carlista, cuyo
protagonista sigue siendo
el marqués de
Bradomín.
La
historia, ambientada en la Galicia
rural y supersticiosa, se basa en la guerra carlista. En la obra
se defiende la antigua concepción tradicionalista
de la historia y se ensalza a la
pequeña nobleza campesina, que una vez había contribuido al pasado esplendor de España. En Tirano Banderas (1926) hallamos el primer retrato moderno de un dictador hispanoamericano. La
obra trata sobre la degradación del ser humano por la tiranía. Pero la principal innovación es su lenguaje, una fusión de las principales variedades
del
español de ultramar con el castellano peninsular.
Su última obra en prosa, El
ruedo ibérico, era otro ciclo
de
novelas históricas que narrarían desde 1868 hasta 1898, pero no pudo llegar a terminarlas.
Pero quizá se le recuerda más por su teatro. Su primera obra dramática de gran envergadura fue la trilogía Comedias bárbaras (1907-1922) en la recrea la decadencia de un mundo viejo y caduco.
La preocupación creciente por la
situación política
y social
se ve ya aquí, y con el tiempo le llevará
a postular su
teoría del “esperpento”. En
Luces
de bohemia (1920), Max Estrella, el protagonista, hace
las
famosas afirmaciones de que “España es una deformación grotesca de la civilización europea”, y de que, por tanto, “el sentido trágico de la vida española solo puede darse con una
estética
sistemáticamente deformada”, deformación que compara con la imagen de los héroes clásicos
reflejada en los
espejos cóncavos
del
madrileño callejón
del
Gato. Esta distorsión constante y sistemática produce el “esperpento”, cuya
deformación
de
la realidad le sirve al autor para realizar un profundo análisis de la sociedad. El esperpento expresa la
tremenda
indignación de Valle-Inclán ante la situación política española. Hay tres obras más, a las que
Valle
llamó explícitamente “esperpentos”, reunidas en la trilogía
Martes
de Carnaval. Por último, Divinas palabras
y las
obras reunidas bajo el título Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte se sitúan en una
Galicia bestial y macabra.
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