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lunes, 16 de noviembre de 2015

5to Nicolás Guillén. Poesía negristica del Caribe

Nicolás Guillén fue un escritor y activista nacido en la ciudad de Camagüey, Cuba, el 10 de julio del año 1902 y fallecido en La Habana el 16 de julio de 1989. Probablemente heredó su vocación por el periodismo de su padre, a quien perdió en plena adolescencia, desgracia que acarreó una situación económica muy delicada para su familia. Tanto su madre como sus hermanos eran personas con un alto grado de instrucción, por lo cual la adversidad no pudo atacar ese aspecto tan fundamental para un hombre de letras. Ya a los 18 años de edad editó sus primeros versos a través de varias revistas de interés cultural. Poco tiempo más tarde compuso un poemario denominado "Cerebro y corazón", el cual debió esperar más de cincuenta años para ser publicado. Como muchos otros poetas, se aventuró al estudio de la carrera de Derecho; sin embargo, no se encontró a gusto con el sistema educativo, e interrumpió definitivamente la cursada, plasmando en una obra su decepcionante experiencia como universitario.

Guillén estaba casado con una veracruzana, Rosa Portillo. Como los padres de Rosa eran un cubano y una veracruzana, Rosa vino a formar una familia, de cubano y vera­cruzana, igual a la de sus padres. Este dato, casual y poco significativo, siempre se me ha quedado grabado y me explica la preferencia que Guillén tenía por México y en especial por Veracruz al que consideraba como un pedazo de Cuba. México, a su vez, le otorgó el Águila Azteca, condecoración más alta que se concede, como se sabe, a los extranjeros en nuestro país. En Cuba tenía nada menos que el título de Poeta Nacional.

Lo asombroso de la poesía de Guillén no es que parezca hecha para decirla bailando, sino que con ella, gracias a ella, parece que el oficio de escribir nunca hubiera sido tormento nocturno de creadores de filigranas, sino el ejercicio libre y natural de escribir en cascada y sin falla posible. Así sólo escriben unos cuantos: Cervantes, Pellicer, García Márquez. No quiere esto encubrir un desprecio a los atareados escribas y nadie ignora aquí que la aparente facilidad es una ilusión óptica, pero el arte de estos escritores solares tiene la alegría natural del amanecer.



Dentro de su legado poético, existen más de dos decenas de libros, publicados principalmente a lo largo de la segunda mitad del siglo XX; algunos de ellos son "Negro Bembón" y "Poemas de amor".


El negrismo

En la poesía de Guillén, el tema del negro es convergencia de vanguardia y de compromiso social. Al ponerle rostros de máscaras africanas a las prostitutas, en el célebre lienzo Las señoritas de Avignon, Picasso inaugura, en 1907, el período negro de la vanguardia, y el arte africano, con Braque y Apollinaire o André Gide, recorre el mundo. Por otro lado, ya existían, principal­mente en Cuba y Puerto Rico, escritores, como Creto Gangá o el colombiano Candelario Obeso, por no citar a Cirilo Villaverde y su famosa Cecilia Valdés o de plano a Ballagas, admirado por Guillén, que habían traído el tema del negro a su literatura; y no puedo dejar de mencionar a Sor Juana y sus poemas negros que me parece podría firmarlos Guillén, por más que hablen de la virgen y demás escenografía religiosa.

Mulato era él mismo

Como es sabido, el primer poema en que Guillén trata el tema del negro es “Pequeña oda a un negro boxeador cubano”, que aunque escrito anteriormente, publica en Sóngoro cosongo, posterior a Motivos de son. El tema negro, aunque bien puede tomarlo al vuelo de la vanguardia, es en Guillén, a no dudarlo, una vuelta a las raíces y si su militancia en el Partido Comunista llega hasta la década de los treintas, su periodismo, que precede y acompaña a sus primeros intentos poéticos, da fe de su lucha incansable por los derechos del negro, sin el cual, considera, está incompleto el cubano. En este contexto, hay que recordar que Sóngoro cosongo, de 1930, considerado un parteaguas de la literatura cubana, lleva el significativo subtítulo de Poemas mulatos.

Entre la poesía culta y la popular

Aunque parezca paradójico, Guillén proviene de dos estirpes sólo en apariencia enemigas. No me refiero al mestizaje del que él llama su abuelo blanco y su abuelo negro, sino a su genealogía literaria: la poesía popular y la de vanguardia. Aunque parezca extraño, la poesía popular, que nace del pueblo, y la de vanguardia, que se incuba en las élites artísticas, suelen ir de la mano. Ya Góngora y Quevedo, por no decir Sor Juana y Gorostiza, muestran que los refinados le encuentran gusto a despeinar su verso con lo popular, y en autores como García Lorca,[v] tan cercano a Guillén, el oído está atento a los hallazgos del pueblo, tanto como a la novedad del idioma que surge con la invención personal y de avanzada del poeta.

Y popular por los cuatro costados

Los poemas de Guillén son populares en todos los sentidos. Se vale del octosílabo, métrica tradicional de la lengua española, con muchísima frecuencia, y en ocasiones ha declarado que el escritor, y no sólo los poetas, deben estar al pie de la letra de las tradiciones. Recuérdese, y aquí otra forma de ser popular, que sus Motivos de son están inspirados en sones populares ya existentes. Y apenas escribo lo anterior, me acuerdo de que lo contrario también es cierto: Nunca se nos estaciona en el octosílabo, emplea todos los metros, incluso el alejandrino, que la leyenda cuenta aclimató Darío entre nosotros. Se vale de todo, no le teme al verso libre[vi] y ronda el hai-ku[vii]. Es popular en otro sentido más. Cuando publicó Motivos de son levantó polémica y comentarios no sólo en Cuba, sino en Europa, y cuando en el Congreso de Valencia se puso a recitar hubo que recordar a los escritores asistentes, flor y nata de la intelectualidad del mundo, que la causa de la reunión era otra y no escuchar al cubano. Al margen, no puedo dejar de pensar que esta popularidad en Valencia, además por supuesto de las diferencias ideológicas, fue lo que le valió que Octavio Paz, uno de los asistentes, le colocara el mote de “Guillén, el malo”, para reservar, el de “Guillén el bueno”, para Jorge Guillén. Es popular, cuando García Caturla, Amadeo Roldán y Jorge González Allué, sin olvidar a nuestro gran Silvestre Revueltas, se tropiezan unos con otros por ponerle música a sus sones, o quizás más popular cuando lo declamaba Eusebia Cosme, a quien nosotros conocimos como Mamá Dolores en la primera versión de El derecho de nacer, la de Jorge Mistral y Gloria Marín. Es popular, en fin, cuando usted o yo o ese estudiante en Tlatelolco le rendimos el homenaje espontáneo de sabérnoslo de memoria. Espero que todos, sin excepción, de los que estén leyendo se sepan “Tengo”, ¿o no?

Tengo

Cuando me veo y toco,
yo, Juan sin Nada no más ayer,
y hoy Juan con Todo,
y hoy con todo,
vuelvo los ojos, miro,
me veo y toco
y me pregunto cómo ha podido ser.

Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de andar por mi país,
dueño de cuanto hay en él,
mirando bien de cerca lo que antes
no tuve ni podía tener.
Zafra puedo decir,
monte puedo decir,
ciudad puedo decir,
ejército decir,
ya míos para siempre y tuyos, nuestros,
y un ancho resplandor
de rayo, estrella, flor.

Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de ir
yo, campesino, obrero, gente simple,
tengo el gusto de ir
(es un ejemplo)
a un banco y hablar con el administrador,
no en inglés,
no en señor,
sino decirle compañero como se dice en español.

Tengo, vamos a ver,
que siendo un negro
nadie me puede detener
a la puerta de un dancing o de un bar.
O bien en la carpeta de un hotel
gritarme que no hay pieza,
una mínima pieza y no una pieza colosal,
una pequeña pieza donde yo pueda descansar.

Tengo, vamos a ver,
que no hay guardia rural
que me agarre y me encierre en un cuartel,
ni me arranque y me arroje de mi tierra
al medio del camino real.
Tengo que como tengo la tierra tengo el mar,
no country,
no jailáif,
no tenis y no yacht,
sino de playa en playa y ola en ola,
gigante azul abierto democrático:
en fin, el mar.

Tengo, vamos a ver,
que ya aprendí a leer,
a contar,
tengo que ya aprendí a escribir
y a pensar
y a reír.
Tengo que ya tengo
donde trabajar
y ganar
lo que me tengo que comer.
Tengo, vamos a ver,
tengo lo que tenía que tener.

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