Nicolás Guillén fue un escritor y activista nacido en la ciudad de
Camagüey, Cuba, el 10 de julio del año 1902 y fallecido en La Habana el
16 de julio de 1989. Probablemente heredó su vocación por el periodismo
de su padre, a quien perdió en plena adolescencia, desgracia que acarreó
una situación económica muy delicada para su familia. Tanto su
madre como sus hermanos eran personas con un alto grado de instrucción,
por lo cual la adversidad no pudo atacar ese aspecto tan fundamental
para un hombre de letras. Ya a los 18 años de edad editó sus primeros
versos a través de varias revistas de interés cultural. Poco tiempo más
tarde compuso un poemario denominado "Cerebro y corazón", el cual
debió esperar más de cincuenta años para ser publicado. Como muchos
otros poetas, se aventuró al estudio de la carrera de Derecho; sin
embargo, no se encontró a gusto con el sistema educativo, e interrumpió
definitivamente la cursada, plasmando en una obra su decepcionante experiencia como universitario.
Guillén estaba casado con una
veracruzana, Rosa Portillo. Como los padres de Rosa eran un cubano y una
veracruzana, Rosa vino a formar una familia, de cubano y veracruzana,
igual a la de sus padres. Este dato, casual y poco significativo,
siempre se me ha quedado grabado y me explica la preferencia que Guillén
tenía por México y en especial por Veracruz al que consideraba como un
pedazo de Cuba. México, a su vez, le otorgó el Águila Azteca,
condecoración más alta que se concede, como se sabe, a los extranjeros
en nuestro país. En Cuba tenía nada menos que el título de Poeta
Nacional.
Lo asombroso de la poesía de Guillén no es que parezca hecha
para decirla bailando, sino que con ella, gracias a ella, parece que el
oficio de escribir nunca hubiera sido tormento nocturno de creadores de
filigranas, sino el ejercicio libre y natural de escribir en cascada y
sin falla posible. Así sólo escriben unos cuantos: Cervantes, Pellicer,
García Márquez. No quiere esto encubrir un desprecio a los atareados
escribas y nadie ignora aquí que la aparente facilidad es una ilusión
óptica, pero el arte de estos escritores solares tiene la alegría
natural del amanecer.
Dentro
de su legado poético, existen más de dos decenas de libros, publicados
principalmente a lo largo de la segunda mitad del siglo XX; algunos de
ellos son "Negro Bembón" y "Poemas de amor".
El negrismo
En la poesía de Guillén, el tema del
negro es convergencia de vanguardia y de compromiso social. Al ponerle
rostros de máscaras africanas a las prostitutas, en el célebre lienzo
Las señoritas de Avignon, Picasso inaugura, en 1907, el período negro de
la vanguardia, y el arte africano, con Braque y Apollinaire o André
Gide, recorre el mundo. Por otro lado, ya existían, principalmente en
Cuba y Puerto Rico, escritores, como Creto Gangá o el colombiano
Candelario Obeso, por no citar a Cirilo Villaverde y su famosa Cecilia Valdés
o de plano a Ballagas, admirado por Guillén, que habían traído el tema
del negro a su literatura; y no puedo dejar de mencionar a Sor Juana y
sus poemas negros que me parece podría firmarlos Guillén, por más que
hablen de la virgen y demás escenografía religiosa.
Mulato era él mismo
Como es sabido, el primer poema en que
Guillén trata el tema del negro es “Pequeña oda a un negro boxeador
cubano”, que aunque escrito anteriormente, publica en Sóngoro cosongo, posterior a Motivos de son.
El tema negro, aunque bien puede tomarlo al vuelo de la vanguardia, es
en Guillén, a no dudarlo, una vuelta a las raíces y si su militancia en
el Partido Comunista llega hasta la década de los treintas, su
periodismo, que precede y acompaña a sus primeros intentos poéticos, da
fe de su lucha incansable por los derechos del negro, sin el cual,
considera, está incompleto el cubano. En este contexto, hay que recordar
que Sóngoro cosongo, de 1930, considerado un parteaguas de la literatura cubana, lleva el significativo subtítulo de Poemas mulatos.
Entre la poesía culta y la popular
Aunque parezca paradójico, Guillén
proviene de dos estirpes sólo en apariencia enemigas. No me refiero al
mestizaje del que él llama su abuelo blanco y su abuelo negro, sino a su
genealogía literaria: la poesía popular y la de vanguardia. Aunque
parezca extraño, la poesía popular, que nace del pueblo, y la de
vanguardia, que se incuba en las élites artísticas, suelen ir de la
mano. Ya Góngora y Quevedo, por no decir Sor Juana y Gorostiza, muestran
que los refinados le encuentran gusto a despeinar su verso con lo
popular, y en autores como García Lorca,[v]
tan cercano a Guillén, el oído está atento a los hallazgos del pueblo,
tanto como a la novedad del idioma que surge con la invención personal y
de avanzada del poeta.
Y popular por los cuatro costados
Los poemas de Guillén son populares en
todos los sentidos. Se vale del octosílabo, métrica tradicional de la
lengua española, con muchísima frecuencia, y en ocasiones ha declarado
que el escritor, y no sólo los poetas, deben estar al pie de la letra de
las tradiciones. Recuérdese, y aquí otra forma de ser popular, que sus Motivos de son
están inspirados en sones populares ya existentes. Y apenas escribo lo
anterior, me acuerdo de que lo contrario también es cierto: Nunca se nos
estaciona en el octosílabo, emplea todos los metros, incluso el
alejandrino, que la leyenda cuenta aclimató Darío entre nosotros. Se
vale de todo, no le teme al verso libre[vi] y ronda el hai-ku[vii]. Es popular en otro sentido más. Cuando publicó Motivos de son
levantó polémica y comentarios no sólo en Cuba, sino en Europa, y
cuando en el Congreso de Valencia se puso a recitar hubo que recordar a
los escritores asistentes, flor y nata de la intelectualidad del mundo,
que la causa de la reunión era otra y no escuchar al cubano. Al margen,
no puedo dejar de pensar que esta popularidad en Valencia, además por
supuesto de las diferencias ideológicas, fue lo que le valió que Octavio
Paz, uno de los asistentes, le colocara el mote de “Guillén, el malo”,
para reservar, el de “Guillén el bueno”, para Jorge Guillén. Es popular,
cuando García Caturla, Amadeo Roldán y Jorge González Allué, sin
olvidar a nuestro gran Silvestre Revueltas, se tropiezan unos con otros
por ponerle música a sus sones, o quizás más popular cuando lo declamaba
Eusebia Cosme, a quien nosotros conocimos como Mamá Dolores en la
primera versión de El derecho de nacer, la de
Jorge Mistral y Gloria Marín. Es popular, en fin, cuando usted o yo o
ese estudiante en Tlatelolco le rendimos el homenaje espontáneo de
sabérnoslo de memoria. Espero que todos, sin excepción, de los que estén
leyendo se sepan “Tengo”, ¿o no?
Tengo
Cuando me veo y toco,
yo, Juan sin Nada no más ayer,
y hoy Juan con Todo,
y hoy con todo,
vuelvo los ojos, miro,
me veo y toco
y me pregunto cómo ha podido ser.
Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de andar por mi país,
dueño de cuanto hay en él,
mirando bien de cerca lo que antes
no tuve ni podía tener.
Zafra puedo decir,
monte puedo decir,
ciudad puedo decir,
ejército decir,
ya míos para siempre y tuyos, nuestros,
y un ancho resplandor
de rayo, estrella, flor.
Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de ir
yo, campesino, obrero, gente simple,
tengo el gusto de ir
(es un ejemplo)
a un banco y hablar con el administrador,
no en inglés,
no en señor,
sino decirle compañero como se dice en español.
Tengo, vamos a ver,
que siendo un negro
nadie me puede detener
a la puerta de un dancing o de un bar.
O bien en la carpeta de un hotel
gritarme que no hay pieza,
una mínima pieza y no una pieza colosal,
una pequeña pieza donde yo pueda descansar.
Tengo, vamos a ver,
que no hay guardia rural
que me agarre y me encierre en un cuartel,
ni me arranque y me arroje de mi tierra
al medio del camino real.
Tengo que como tengo la tierra tengo el mar,
no country,
no jailáif,
no tenis y no yacht,
sino de playa en playa y ola en ola,
gigante azul abierto democrático:
en fin, el mar.
Tengo, vamos a ver,
que ya aprendí a leer,
a contar,
tengo que ya aprendí a escribir
y a pensar
y a reír.
Tengo que ya tengo
donde trabajar
y ganar
lo que me tengo que comer.
Tengo, vamos a ver,
tengo lo que tenía que tener.
Poemas de Nicolás Guillén
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